El Emperador Federico "El Desastroso" tuvo dos hijas: Helena y Cunegunda. Ninguna era guapa. Sin embargo, siempre prevalecía la dote que ofreciesen para un buen matrimonio antes que la belleza, la inteligencia, o la falta de ella. La mayor murió a muy corta edad, con lo cual, no hubo necesidad de compartir los recursos familiares para casar a su hija Cunegunda. El matrimonio se celebró años después de los hechos que aquí se relatan, con un Duque llamado Alberto. No faltaron intrigas y engaños hasta consumarse el mismo. Pero eso es una historia que formará parte de otro relato.
Antes de casarla con un pretendiente digno de tal abolengo, la Princesa Cunegunda vivía en su palacio- castillo con sus huestes, sus criados y algún amante ocasional que, despistado el hombre, pasó por la senda de la fortaleza y se quedó prendado de la misma (de Cunegunda no.., de la fortaleza).
Cunegunda no era muy agraciada por la naturaleza. Pero dicen que su inteligencia superaba a la de los demás. Por tanto, tardó en casarse.
Imágenes del Castillo en un día cualquiera: soldados practicando con las armas y guardianes vigilando desde los altos muros.
El castillo se ha conservado durante siglos sin un percance serio. No ha participado en batallas importantes ni de las otras. Lo único destacable es el asedio sufrido durante un mes, una semana y un día, coincidiendo con un verano muy caluroso. La historia de ese asedio es la siguiente. Se presentaron ante las puertas del castillo el Conde Montánchez y su escudero Repigio. El conde reclamó poder visitar a la dama del castillo para cortejarla. Cunegunda rechazó la oferta dando como escusa que estaba indispuesta por un catarro. No se sabe si era cierto o que los días menstruales le impedían aprovechar la ocasión.
El conde tenía fama de temible hechicero, reputado ladrón y locuaz embustero. Pero también era famosa su larga y brillante melena rojiza con algunos rizos dorados. Dicen que era
irresistible durante el cortejo y, mientras, aprovechaba para desvalijar las arcas de la fortaleza que ocasionalmente visitaba (y que tuviera dama a la cual hechizar y con la cual retozar).
Ante la negativa de Cunegunda, el conde amenazó con destruir con sus poderes el castillo. Sin embargo, dio un poco de tregua mientras Cunegunda se lo pensaba y pidió agua, vino,
queso, una paletilla de jamón y una varita mágica.
La princesa Cunegunda accedió a alguna de sus peticiones: le arrojó desde lo alto nada más y nada menos que un palo, más concretamente, el palo de una brocheta de pollo.
El conde, ofendido, empezó a agitar el palo mientras balbuceaba frases inconexas nombrando a su abuela, a Platón y a Lucifer. Agitó con tanta energía el palo que este se partió. En
ese momento la guardia del castillo se escondió en el interior del mismo. Los vasallos reunidos en los sótanos rezaron y sollozaron para que el suplicio que les venía encima les
otorgara una muerte rápida e indolora. Los criados reunieron todas las pertenencias de valor, agua, vino y comida y se encerraron junto a la princesa en sus aposentos.
Al partirse el palo, el conde y el escudero desaparecieron por causa del rebote del hechizo. No se supo más de ellos.
En el interior de la fortaleza se vivieron semanas de tensión pues nadie se atrevió a asomar ni un cabello por las ventanas. Nadie abrió ninguna puerta. Nadie se asomó a comprobar
los efectos desoladores que el hechizo lanzado por el conde pudiera haber ocasionado sobre el castillo y sus ocupantes.
Imágenes del castillo durante el asedio.
Después de un mes, una semana y un día de asedio, una criada encargada del lavado de las cortinas del salón del trono, se dispuso a ventilar el castillo debido al mal olor
ocasionado por no haberse bañado ninguno de los asediados durante ese mes,la semana siguiente y un lunes. Fue entonces cuando el asedio llegó a su fin y todos se felicitaron por
seguir indemnes. Todos hicieron largas colas para tomar un baño merecido tras tanto tiempo de peligroso asedio. Pero eso ya fue un martes. Así se inventó la cuarentena.
A veces se oyen los quejidos y gemidos de los fantasmas del Conde Montánchez y de su escudero Repigio.
Y así concluye el único asedio sufrido por el Castillo de la Princesa Cunegunda.
Comentario sobre la construcción.
Se trata de una versión un tanto peculiar del modelo Azul número 3. He añadido remates hasta cubrir todos los tetones. Se han impreso las bases para el inicio del montaje y decorado con pintura acrílica, que le otorga un aspecto más atractivo. En cuanto al edificio, hay piezas de varias tandas tanto de Exin Lines, de PDJ, de NG Castillos, así como las elaboradas en 3D en Pla de varios colores que le otorgan diversas tonalidades. Además, el tipo de marmolado realizado al principio con café soluble, y después en varias pinturas acrílicas en las piezas impresas, consiguen el efecto deseado del contraste entre ladrillos. Creo que es un modelo de obligada construcción a pesar de no contar con una detallada secuencia en las fases del montaje.
Se hace muy complicado entender ciertas fases y se terminan comprendiendo cuando ya es tarde y está casi montado. O desarmas, o lo dejas como está y avanzas sobre la variante que
está ya hecha. Supongo que las instrucciones no querían imponer un modo de construir sino que daban libertad para elegir el mejor modo de hacerlo. Pero cuando tienes las piezas
contadas, se echa de menos unas instrucciones más sencillas del tipo PDJ. No obstante, es muy laborioso y entretenido. Tras montar seis modelos de PDJ y lanzarme con un modelo que creí muy simple, me he encontrado con un señor castillo de aspecto, tacto y tamaño que no envidia a ninguno de los de PDJ. Es mi opinión.
Fin